lunes, 18 de mayo de 2009

Prioridades íntimas



 Estaré repartido 

en cuatro o cinco pibes

de esos que vos mirás

y enseguida te siguen

Ayer se celebró el día de Internet.  Fue una fiesta de la que quizás no estuvo muy enterado el vecino. Pero él lo celebró sin saberlo: me enseñó su pasaporte, orgulloso, porque con esa máquina  que tenía ahí su hijo, le mandaron a decir que tenía una cita en la Onidex; ahora que lo tiene, le ha pedido a su hijo que le diera las gracias a quien tuvo que ver con la entrega de su pasaporte. “Allá está sentado, seguramente mandando el mensaje que le pedí a esa gente de Internet”.

Internet es curiosa. No moja, pero empapa. Se viste de adulta, pero es una niña que aprende con todos nosotros su camino futuro.  Nos lleva de la mano y de repente la domamos a nuestra manera. Me pasaron por la cabeza tantas formas de responder si, en un caso hipotético, llegaran a preguntarme por qué Internet es prioritaria, que si la autonomía, que si los emoticones, que si el país, que si la ciencia, que si las redes, que si el Estado.

No publiqué la lista por esa potente razón que ahora tenemos de poder decidir cuándo dejar nuestra bolsita de mensajes en esta  gran autopista, minada en las orillas por miles y miles de paquetes de información, grandes, venerables, malos, buenos, importantes, y que uno abre a su manera por esa potente razón que ahora tenemos para decidir cuándo disfrutarlos.

Ahora temprano hice clic y leí que Pilar, la mujer de Saramago, pedía por una cadena de poemas para menguar el dolor de la partida de Mario Benedetti.  Hice clic, y clic, y clic. Veía su abultado bigote, sus ojos de pasatiempo, recordé su táctica, sus estados de ánimo, se me atapuzó el recuerdo entre las teclas, repasé la idea de cómo aman aquellos y nosotros, me quedé radiante y jodida, quizás más viceversa. Se me salió una lágrima. Y viví.

Disfruté de esas bolsitas que muchos con humildad habían puesto en la orilla de la autopista con los poemas de Benedetti. Y agradecí que Internet existiera. Mi corazón me reforzó la larga lista de razones para considerarla prioritaria. Hice clic y publiqué. Por esa potente razón que ahora tenemos de decidir cuándo hacerlo.