martes, 4 de noviembre de 2014

Internet y la (des) confianza


Distinto a la producción y distribución centralizada de la información, expresada en entornos impresos y audiovisuales (prensa, radio y TV),  Internet, como ya sabemos, no tiene centro: su lógica de producción y distribución de la información se alimenta de nodos que poseen diversas relevancias, un ambiente en el que la circulación de contenidos se potencia. Esto justamente ha permitido una retroalimentación de saberes, fortaleciendo procesos de innovación en un ciclo creciente, alimentado de diversas fuentes y que ha redundado en el mismo crecimiento de Internet, en un ambiente abierto y colaborativo.


A su vez, Internet ha potenciado la autonomía de los individuos para producir y distribuir información, convirtiendo a cada quien en un potencial nicho de oportunidades para la circulación de contenidos. De esta manera, y al no existir una mediación organizada, la comunicación que circula en Internet es ofrecida en distintos niveles, generando por primera vez una fusión, dentro de un mismo entorno, de modalidades de interacción de acuerdo a las necesidades y aspiraciones de personas, grupos, proyectos, instituciones, en procesos formales de comunicación (por ejemplo, interés profesional, investigación, educación), como también en ámbitos de entretenimiento, impulsando mecanismos de redes tanto en lo público como en lo privado.  

Así se ha incrementado la autonomía del individuo para informar y ser informado, pero asimismo también ha aumentado su vulnerabilidad como pequeña fábrica de producción de contenido. Problemas recientes se han ido discutiendo en forma creciente, inherentes a la amenaza de control del contenido que circula en Internet, bajo la denominada vigilancia de las comunicaciones que, en nombre de intereses de algunos gobiernos o algunas empresas, podrían llegar a atentar contra el derecho a la privacidad y a la libertad de expresión, deviniendo en diversas formas de intervención de datos personales y de censura en la circulación de la información. Estos temas han ido formando parte creciente de la agenda de discusión en la gobernanza de Internet, generándose iniciativas de estudios, revisiones y pronunciamientos inherentes, como por ejemplo, la Global Network Initiative, la Carta de APC sobre Derechos en Internet, el aumento del tema en el Foro de Gobernanza de Internet, los Principios Internacionales sobre los Derechos Humanos a la Vigilancia de las Comunicaciones, por nombrar sólo algunos.

Mucho más reciente, la Era Post-Snowden ha despertado mayor interés en la posición oficial de la comunidad global ante la clara intervención de la Agencia de Seguridad de Estados Unidos (NSA) en la vigilancia de contenidos de otros países y algunas iniciativas en el monitoreo de ciudadanos, como PRISM, poniendo en la mira a países como Estados Unidos. El tema, sin duda, es un reto en las conversaciones globales sobre la evolución y desarrollo de Internet y obliga a un diálogo abierto para consolidar la confianza como valor indispensable en las relaciones de los distintos actores.

Ahora bien ¿por qué los gobiernos y las empresas vigilan las comunicaciones en Internet? Los gobiernos que han acudido a acciones explícitas en la vigilancia de las comunicaciones o control sobre contenidos específicos, argumentan sentir una amenaza potencial –real o no-, acudiendo así a protección por Seguridad de Estado (China, Estados Unidos) protección de los niños (Australia, Turquía), protección a la integridad de personas. Aunque estas razones sean posiblemente válidas, podrían exacerbar el poder de los gobiernos en el control de los contenidos de Internet, incrementando la amenaza de censura cada vez que se sientan afectados con opiniones adversas, violentando así el derecho a la libre expresión y arriesgando la identidad digital, vulnerable ante la idea de vigilancia. Por su lado, las empresas han encontrado en la información digital una mina para segmentar el mercado con mayor eficacia de acuerdo al perfil personalizado de los usuarios en el uso de algunas herramientas relacionadas con el correo electrónico o las redes sociales, práctica que también vulnera el derecho a mantener la identidad privada en forma digital.

Entre las modalidades  de intervención en la vigilancia de las comunicaciones digitales se destacan los filtrados en línea impulsados generalmente por el Estado. Por ejemplo, países como China, Turquía, Egipto, Francia, India, Irán, Corea del Sur y Venezuela han experimentado bloqueos o censura parcial del servicio de Twitter en su mayoría motivados por reacciones de los gobiernos de turno ante protestas contra el estatus oficial. Un reporte reciente destaca como enemigos de Internet, los países que han acudido a prácticas de censura y bloqueo. Pero además, en ambientes off-line los gobiernos también pueden acudir a juicios de personas activistas que defienden en entornos digitales intereses opuestos a la oficialidad, como casos recientes en Colombia, Venezuela y Bahréihn. Igualmente, el rastreo de datos personales incluye, además del interés de los gobiernos, la participación de las empresas proveedoras de servicios de comunicación en línea. 

Este escenario no sólo violenta los derechos humanos de privacidad y libertad de expresión, sino que se convierte en una amenaza para el modelo abierto y transparente de Internet, manchando la confianza como uno de los principales valores en los que se sustentan las relaciones de los principales actores del ecosistema de Internet (sociedad civil, gobiernos, empresas y comunidad técnica). El anonimato, por ejemplo, como mecanismo de protección de la sociedad civil puede resultar una ruta para ocultar posibles excesos, amparados en el ocultamiento de identidad.

¿Cómo generar un balance en este complejo escenario? El diálogo continuo entre los principales actores involucrados en la gobernanza de Internet sigue siendo la ruta más cercana. Debe permanecer una discusión en la que se sustenten los principios de Internet, principalmente aquellos relacionados con defender su naturaleza abierta y descentralizada; disminuir los controles restrictivos, gubernamentales o privados, de la infraestructura de telecomunicaciones o contenidos; y soportarse en la confianza de los servicios esenciales (ISOC, 2012). El reciente Informe sobre los Principios de Aplicación de los Derechos Humanos a la Vigilancia de las Comunicaciones, constituye un buen avance como referencia para promover la transparencia en los intereses de los diversos actores involucrados y una posible negociación con empresas y gobiernos, que afecte lo menos posible la privacidad y libertad de expresión de los individuos en los entornos digitales; en términos de proporcionalidad sentencia: “la vigilancia de las comunicaciones debería ser considerada como un acto altamente intrusivo que interfiere con los Derechos Humanos, amenazando los cimientos de una sociedad democrática”. Por su lado, el poder conferido al individuo en estos entornos, implica una responsabilidad adicional como productor inmediato de los contenidos sensibles a la agenda pública, así como en el manejo de estrategias para proteger su información personal.

Estas rutas implican, sin duda, nuevas lógicas, nuevas formas horizontales de aportes y responsabilidades en la comunicación pública. Se trata de promover una sociedad que debe prepararse para una democracia global basada en la confianza. ¿Demasiado utópico? Internet ha hecho posible lo que años atrás se veía como un sueño. 



* Ensayo final para aprobar el programa de Internet Society (ISOC) "Dando forma a Internet: historia y futuro 2014", capítulo Venezuela.

viernes, 17 de octubre de 2014

Venezuela, Acceso Abierto y la fábrica de ilusiones

Como una expresión de voluntad hacia la circulación libre del conocimiento, haciendo uso de Internet, el gobierno venezolano aprobó recientemente en sesión de la Asamblea Nacional, la primera vuelta de un Proyecto de Ley sobre Acceso Abierto, asunto que ha sorprendido a más de uno, principalmente a quienes hemos venido haciendo seguimiento a las políticas públicas en América Latina, en este tema.

De aprobarse en forma definitiva, celebramos que sea Venezuela el cuarto país en la región en elevar una ley nacional sobre Acceso Abierto, después de Perú, Argentina y México. Cada una de estas experiencias previas cuenta con sus matices, ventajas y limitaciones para reglamentar lo decretado, pero, al fin y al cabo, es un gran avance contar con decisiones de Estado en este tema que ha movilizado sin duda la comunicación de la ciencia en las últimas décadas. Esperamos que Venezuela haya recibido la suficiente asesoría y tome en cuenta la experiencia de sus países hermanos en este tema.

No obstante, al leer el Proyecto de Ley es inevitable que asalte cierta contrariedad ante lo que se entiende por conocimiento. No queda claro, por ejemplo, que el conocimiento que se supone deba ser de libre acceso se derive de un sistema  nacional científico tecnológico y de innovación (CTI) que requiera ser fortalecido. Al no asomar en ninguna parte del texto que la llamada sociedad del conocimiento esté asociada (entre otros) a la productividad científica, se concluye que esta Ley podría pasar a formar parte de la lista de buenas voluntades e ilusiones adornadas de una arenga reivindicativa de los pueblos, sin ningún tipo de asidero para pretender cierto impacto en la práctica.

Debemos advertir que el Acceso Abierto no es un invento de los gobiernos ilusos que levantan la voz, cacareando soberanía en nombre de un movimiento de libre contenido. Esta tendencia se origina precisamente en los países de mayor productividad científica, cuyas comunidades de investigación detectaron tempranamente las ventajas de Internet para reivindicar la autonomía de quienes producen ciencia en la distribución y acceso a los resultados de investigación. Se trata sin duda de uno de los planteamientos más revolucionarios en los últimos tiempos, surgidos desde la academia misma ante una condición históricamente monopolizada que durante siglos impidió una libre circulación del conocimiento científico, con una estructura creciente de costos.

Convencidos progresivamente, los Estados europeos, de América del Norte y algunos de América Latina han empezado a ver la necesidad de legislar sobre un tema que requiere cambios culturales y organizativos para hacerle frente. Entre algunos aspectos nuevos, se introduce la necesidad de consolidar una infraestructura de redes académicas en la cual deben soportarse las iniciativas de libre acceso al conocimiento, además de generar planes específicos de formación de un recurso humano técnico organizativo que enfrente con solvencia retos, como por ejemplo, la creación y consolidación de repositorios institucionales y su respectiva interoperabilidad con otras plataformas para alcanzar la verdadera visibilidad de la producción científica nacional. El Programa Horizonte 2020 de la Unión Europea es un buen ejemplo.

Si Venezuela apunta hacia este camino, debe sin duda eliminar barreras internas como por ejemplo la promulgación del decreto 6649 que ha declarado el uso de Internet y la inversión en TIC como un gasto suntuoso en las estructuras públicas, entre ellas, las universidades, una forma de echar por tierra la condición prioritaria de Internet, años atrás promulgada. Sincerar la condición de rezagados en materia de conexión a Internet también sería un buen ejercicio para lograr avances, pues es el soporte básico para que los usuarios finales puedan acceder al contenido que se obliga a hacer visible.

Pero suponiendo que ésta sea una tarea fácil, al igual que declarar la condición libre y pública del conocimiento, se debe crear un ambiente favorable para que éste se produzca. En un estudio realizado este año por esta servidora, sobre los indicadores de inversión en el sector CTI, productividad científica, tendencias de visibilidad académica en la web y colaboración científica en ocho países y 22 universidades de América Latina, obtuvimos los siguientes resultados:

  • Venezuela registró en el año 2010 una alta inversión en CTI: 2,36% del PIB (RICyT 2010), lo que la ubicó como un país fuera del promedio registrado en la muestra de la región (con menos de 1%). No obstante, desde el año 1996 Venezuela expresa una tendencia muy baja en su productividad científica, medida por las publicaciones que forman parte de la lista de la empresa Elsevier, alejándose considerablemente de países como México, Argentina, Chile y Colombia. Contrario a estos países, con un sostenido crecimiento en la productividad científica, Venezuela reflejó una disminución progresiva desde el año 2009. Esto nos dice que no hay una relación proporcional entre la inversión registrada y la productividad científica.
  • Entre los países de la muestra, Venezuela registró la participación más baja en proyectos colaborativos financiados por fondos europeos.  
  • En iniciativas nacionales, como programas oficiales para optimizar la infraestructura de redes académicas, capacitación y estímulo en la creación de repositorios, Venezuela registró un nivel bajo, muy alejado de países con iniciativas consolidadas, como Chile y Colombia.
  • Después de haber ocupado lugares privilegiados a principios del siglo XXI en el ranking web de universidades del mundo, en el año 2013 la Universidad de Los Andes ocupó uno de los últimos lugares en las instituciones de la muestra, en este mismo ranking.  

Sin duda, estamos cada vez más alejados de contar con un ecosistema fortalecido para la producción científica y su respectiva inserción en el modo emergente de la comunicación de la ciencia. En estos tiempos de nuevas demandas sociales hacia la actividad científica, no estamos como para estar defendiendo a ciegas una condición neutral y valorativa de la ciencia, pero esto no puede llevarnos a pensar que una sociedad del conocimiento se construye aislada de la actividad académica. Preferimos pensar que cuando el texto del Proyecto de Ley habla del conocimiento, como un “ejercicio de la soberanía popular” no debe estar refiriéndose a eso, pues sería suponer que Venezuela es un país experto en fabricar ilusiones sin tierra firme.

viernes, 29 de agosto de 2014

The Global Internet Governance Forum and its host countries: do they pass the test?


Associated to the new challenges of negotiation between different actors to aim towards sustainability and growth of the Internet, the United Nations formally announced in 2006 the creation of the Internet Governance Forum (IGF). Since then, under an unusual horizontal dialogue scheme which aims to include on equal terms governments, private sector, civil society and academia, the IGF has been held annually in eight different locations in the world. Next week (2-5 September) the Ninth edition of IGF will take place in Istanbul, the largest city in Turkey and one with the largest population in Europe.

Recently, Yaman Akdeniz and Kerem Altiparmak, Istanbul residents, experts in telecommunications and Internet defenders activists announced their decision to boycott the IGF in Turkey, given the political decisions that have pointed in this country, since last year, to restricting content on social networks, what they consider a clear act of censorship. One way to boycott has been the express decision not to join the IGF, for whose organization is responsible the highest authority of Information and Technology in Turkey. That is, the Forum seems to have absent this time two local civil society spokesmen with a profile that had been promising to raise the discussion of the role of governments on the issue of Internet governance. This has made ​​us think about the IGF and the contexts in which it has been developing for nearly a decade.

If we look at previous sites of the IGF, we can summarize a historical display of humanity expressed in each of the contexts of the cities, which gives the multicultural hue that bet on the issue of Internet governance. Athens (Greece, 2006), Rio de Janeiro (Brazil, 2007), Hyderabad (India, 2008), Sharn El Sheikh (Egypt, 2009), Vilnius (Lithuania, 2010), Nairobi (Kenya, 2011), Baku (Azerbaijan, 2012), Bali (Indonesia, 2013), and now the former Constantinople (Turkey), have been a rich repertoire of expressions representing the Eastern and Western world who have worn the IGF for almost a decade.

But beyond this cultural diversity that has surrounded the discussion atmosphere of each IGF, the host countries have not been, mostly, an even expression of great success in the infrastructure growth indicators to ensure a stable environment for accessing Internet: for example, only Lithuania, the only European country that had hosted the IGF, remains among the top fifty countries in Internet penetration, with 68.5% of its population with access to this service and also occupies a privileged position on the issue of download speed per second. Of the remainder, a large bulk is close to number one hundred on the issue of penetration, except for Indonesia and India, with faraway places that ranks them as the most depressed countries in the group on the subject of telecommunications infrastructure. The quality of service, measured by the average download speed of each country (Mbit/s) is itself a subject in which it is noted that the IGF local offices should make a greater effort: except Lithuania, only Brazil is among the first hundred posts in the world; the rest borders low rates.

These data are part of the recent Global Internet Report presented by the Internet Society, under which Turkey, imminent host country of IGF, has a penetration of 46.3%, ranking 82nd in the world; with a download speed of 8.72 Mbit/s, ranking at No. 63 in this regard. Not bad, on average, compared to the rest of the IGF host countries, but it still has a long way to go.

But beyond the organizational technical aspect that each country is able to achieve to promote the telecommunications sector, always with the premise of achieving a healthy options scenario that benefit end-users in terms of price and quality, there is the cultural field in each context that gives social meaning to technologies and is expressed as a transverse axis to define a system characterized by rules, laws, training programs, appropriation initiatives, to name a few. In a context of respect for democratic principles, the different actors (government, business, academia and civil society) strengthen what is called the Internet ecosystem, discussing, agreeing and identifying appropriate routes for more people to have Internet access and can make this a tool enabling individual and collective development.

But not everything is rosy. The distributed and open condition of the Internet has destabilized the centralized structure that once allowed the control of the production and distribution of information. It was this, an innovative way of empowering the voiceless taking it away from those who spoke very high in the old days, which in some ways has promoted new forms of democratic dialogue. In this sense, sometimes the Internet has been a thorn in the side for governments that seek to silence contrary versions to their interests. Social networks, with Facebook and Twitter boom have served as a collaborative mechanism for political expression of civil society, almost always activated when off line scenarios choke options for reporting. In this respect, Turkey, Egypt and India would be, for example, the IGF host countries with dark shadow on the political attempt to censor content circulating on Twitter, as recently summarized.


Obviously, the online world is nothing but a true manifestation of what is expressed in the real world, but before the interest of both the political and economic power, to take charge in monitoring protocols, technologies and Internet content, has so far been stronger the distributed technical and civilian force that successfully have been defending open, visible and transparent mechanisms. This is what Internet governance multi-actor dialogue is about, in which still are put on the table the various roles and responsibilities. Beyond the interest of governments to be seen as successful to the world on the issue of Internet governance, the IGF host countries have the need to clear the way to improve their own game, because these days everything is know. For this same reason, I would have liked to see Yaman Akdeniz and Kerem Altiparmak as representatives of civil society in Turkey, sitting with their heads high in the next IGF, giving a lesson to their leaders, characteristic of these new times.

Translation: Alicia Bohorquez 

Original Post in Spanish

miércoles, 27 de agosto de 2014

El Foro Mundial de Gobernanza de Internet y sus países sedes: ¿pasan la prueba?

Asociado a los nuevos retos de negociación entre distintos actores para apuntar hacia la sostenibilidad y crecimiento de Internet, la Organización de las Naciones Unidas anunció formalmente en el año 2006 la creación del Foro Mundial sobre Gobernanza de Internet (IGF por sus siglas en inglés: Internet Gobernance Forum). Desde entonces, bajo un atípico esquema de diálogo horizontal que pretende incluir en igualdad de condiciones a gobiernos, sector privado, sociedad civil y la academia, el IGF ha tenido lugar anualmente en ocho sedes distintas del mundo. La próxima semana (2 al 5 de septiembre) se realizará la novena edición del IGF en Estambul, la mayor ciudad de Turquía y una de las de mayor población en Europa.

Recientemente, Yaman Akdeniz y Kerem Altiparmak, residentes de Estambul,  expertos en el tema de telecomunicaciones y activistas defensores de Internet hicieron pública su decisión de boicotear el IGF en Turquía, dadas las decisiones políticas que han apuntado en este país, desde el año pasado, a la restricción de contenidos en las redes sociales, en lo que consideran un acto de clara censura.  Una forma de boicotear ha sido la expresa decisión de no formar parte del IGF, de cuya organización se encarga la máxima autoridad de Tecnología e Información en Turquía. Es decir, el Foro al parecer, tiene ausente en esta oportunidad dos voceros locales de la sociedad civil con un perfil que hubiera sido prometedor para elevar la discusión del rol de los gobiernos en el tema de la gobernanza de Internet.  Este aspecto nos ha hecho pensar en el IGF y los contextos en los que se ha venido desarrollando durante casi una década.

Si vemos las sedes anteriores de los IGF, podemos resumir un despliegue histórico de la Humanidad expresada en cada uno de los contextos de las ciudades, lo cual confiere el matiz multicultural al que se apuesta en el tema de la gobernanza de Internet. Atenas (Grecia, 2006), Río de Janeiro (Brasil, 2007), Hyderabad (India, 2008), Sharn El Sheikh (Egipto, 2009), Vilnius (Lituania, 2010), Nairobi (Kenya, 2011), Baku (Azerbaiyan, 2012), Bali (Indonesia, 2013), y ahora la antigua Constantinopla (Turquía), han sido un repertorio rico de expresiones representativas del mundo oriental y occidental que han vestido al IGF durante casi una década.

Pero más allá de esta diversidad cultural que ha rodeado el ambiente de discusión de cada IGF, los países sedes no han sido, en grueso, una expresión uniforme de gran éxito en los indicadores de crecimiento de infraestructura para garantizar un ambiente estable de acceso a Internet: por ejemplo, sólo Lituania, el único país europeo que había sido sede del IGF, se mantiene entre los primeros cincuenta países en penetración de Internet, con 68,5% de su población en acceso a este servicio y además ocupa un puesto muy privilegiado en el tema de velocidad de descarga por segundo. Del resto, un grueso grande se encuentra cercano al puesto número cien en el tema de penetración, exceptuando a Indonesia y la India, con puestos ya muy lejanos que los ubica como los países más deprimidos del grupo en el tema de infraestructura de telecomunicaciones. La calidad del servicio, medida por el promedio de velocidad de descarga de cada país (Mbit/s) sí es un tema en el que se nota que las sedes del IGF deben hacer un mayor esfuerzo: exceptuando a Lituania, sólo Brasil se encuentra entre los primeros cien puestos en el mundo; el resto bordea unos índices bajos.

Estos datos forman parte del reciente Reporte Global de Internet presentado por la Internet Society, según el cual Turquía, inminente país sede del IGF, tiene una penetración de 46,3%, ubicándose en el puesto 82 del mundo; con una velocidad de descarga de 8.72 Mbit/s, ubicándose en el puesto número 63 en este aspecto. Nada mal, en promedio, comparado con el resto de los países sedes del IGF, pero igual le queda un camino largo por recorrer.

Ahora bien, más allá del aspecto técnico organizativo que cada país es capaz de lograr para impulsar el sector telecomunicaciones, siempre con la premisa de alcanzar un sano escenario de opciones que beneficien a los usuarios finales en términos de precios y calidad, existe el ámbito cultural que en cada contexto le confiere el sentido social a las tecnologías y que se expresa como un eje transversal para definir un sistema caracterizado por normas, leyes, programas de capacitación, iniciativas de apropiación, por nombrar algunas. En un contexto de respeto a los principios democráticos, los diferentes actores (gobierno, empresas, academia y sociedad civil) fortalecen lo que se denomina el ecosistema de Internet, discutiendo, acordando y determinando las rutas apropiadas para que cada vez más gente pueda tener acceso a Internet y pueda hacer de ésta una herramienta habilitadora del desarrollo individual y colectivo.

Pero no todo es color de rosa. La condición distribuida y abierta de Internet ha desestabilizado la estructura centralizada que en otros tiempos permitía el control de la producción y distribución de la información. Ha sido ésta, una forma innovadora de darle poder a los que no tenían voz y restárselo a quienes hablaban muy alto en los viejos tiempos, lo que en cierta forma ha promovido nuevas formas de diálogo democrático. En este sentido, en ocasiones Internet ha sido una piedra en el zapato para los gobiernos que pretenden silenciar versiones contrarias a sus intereses. Las redes sociales -con gran auge Facebook y Twitter- han servido como mecanismo colaborativo de expresión política de la sociedad civil, casi siempre activado cuando los escenarios off line ahogan las opciones para informar. En este aspecto, Turquía, Egipto y la India serían, por ejemplo, los países sedes del IGF con sombra oscura en el intento político por censurar el contenido que circula en Twitter, según se ha resumido recientemente.

Obviamente, el mundo on line no es otra cosa que una fiel manifestación de lo que se expresa en el mundo real, pero ante el interés, tanto del poder político como económico, de tomar las  riendas  en el control de protocolos, tecnologías, contenidos en Internet, hasta ahora ha podido más la fuerza distribuida del poder técnico y civil que sigue defendiendo exitosamente unos mecanismos abiertos, visibles y transparentes. De esto se trata el diálogo multiactoral de la gobernanza de Internet, en el que aún se siguen poniendo sobre la mesa los diversos roles y responsabilidades. Más allá del interés de los gobiernos en hacerse ver exitosos ante el mundo en el tema de la gobernanza de Internet, a los países sedes del IGF les queda el sello necesario de limpiar el camino para mejorar su propio terreno, porque en estos tiempos todo se sabe. Por esta misma razón, me hubiera gustado ver a Yaman Akdeniz y Kerem Altiparmak como representantes de la sociedad civil de Turquía, sentados con su frente en alto en el próximo IGF, dando una lección a sus gobernantes, propia de estos nuevos tiempos.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Las TIC en Venezuela: ¿mirándonos el ombligo?


Durante los días 11 y 12 de agosto, CONATEL convocó a una actividad denominada Encuentro de Internet para el Desarrollo y la Transformación Social. La página del evento prometía un acercamiento a la comprensión de Internet, desde diversos flancos y, en cierta forma, se celebra la iniciativa oficial de desempolvar el tema después de algunos años en siesta.

Como era de preverse, el escenario sirvió para que los representantes del gobierno desplegaran los esfuerzos realizados para impulsar las tecnologías de información y comunicación (TIC) y resumieran el gran camino a la felicidad suprema en este ámbito. Después de mostrar cifras de participación del sector telecomunicaciones en la economía venezolana (7% del Producto Interno Bruto, según CONATEL) y luego de recordar los avances más importantes en el tema, leo como resumen en una nota de prensa que este gobierno le confiere alta prioridad a las telecomunicaciones, ante lo cual nos preguntamos qué estimula a construir una afirmación que a todas luces puede lucir tan distante de la realidad.

Si nos damos cuenta, la historia del período gubernamental liderado por Hugo Chávez (antes y después de muerto), suma los años más significativos de crecimiento de Internet en el mundo. 15 años sí son algo. Por ejemplo, para el año 2012 el número de usuarios de Internet en el mundo se calculaba en 2.4 billones, casi un billón más que en el año 2008. Al compararse estos dos años, puede notarse que zonas como América Latina y África prácticamente duplicaron sus números. En el año 2012, América Latina contaba con 255 millones de usuarios (pasa de una penetración de 9,5% a una de 42%) y África con 167 millones de usuarios (pasa de una penetración de 3,5% a una de 15.6%) (Internet 2012 in numbers). Visto así, escuchar que estamos mejor que hace 15 años, es sentir una intensa obviedad. La pregunta que debemos hacernos es ¿cómo estamos con respecto al resto del mundo?

Por otro lado, tener como referencia el inicio del gobierno de Hugo Chávez en el tema de políticas públicas en el sector de las TIC es un acto realmente justo. No obstante, las banderas no deben quedar levantadas, pese a la historia. Sí, en los primeros cuatro años del gobierno de Chávez, Venezuela le había brindado carácter constitucional al sector ciencia, tecnología y servicios de información, había creado órganos rectores, había aprobado una nueva Ley que regulaba el sector de telecomunicaciones y otras más específicas derivadas de la comunicación electrónica, constituyéndose una situación de avanzada en la región (el decreto N° 825 declara el uso y acceso a Internet como prioritarios; se aprobó la Ley de Mensajes de Datos y Firmas Electrónicas y la Ley Especial sobre Delitos Informáticos).  Se iniciaron los programas de centros gratuitos al uso de Internet y se declaró el uso preferible del software libre en la administración pública (decreto 3390).

Estos primeros años del siglo XXI constituyeron una serie de medidas que demostraron la voluntad política para el desarrollo de las telecomunicaciones, con la idea de lograr cambios en los modelos de gestión pública y fortalecer el rol del Estado para estimular el sector. Los primeros avances institucionales y jurídicos en este tema fueron liderados por un grupo consecuente con la idea de ingresar al país en la llamada sociedad del conocimiento y en los nuevos paradigmas mundiales de organización y producción, con criterios de equidad social; hay que decirlo, estos avances fueron liderados por el primer ministro de ciencia y tecnología, Carlos Genatios, quien, junto a un gran equipo, se dedicó a evangelizar a ministros y autoridades en el tema, en unos tiempos en los que era difícil predecir el impacto social de Internet.

Pero luego del año 2006 Venezuela se inserta en un viraje político que, lamentablemente, hace que este legado institucional y jurídico de los primeros años del gobierno de Chávez entre en serias contradicciones con las nuevas decisiones políticas, erigiéndose en adelante una serie de medidas incoherentes en el tema: el Estado renacionaliza CANTV y de este modo, las condiciones de competencia en el mercado de telecomunicaciones cambian, con la presencia de un Estado-operador-competidor que ha limitado el crecimiento e inversiones en el sector; se generan contraórdenes para eliminar el espíritu de libre competencia del marco jurídico generado; se decreta un Instructivo Presidencial para la Eliminación del Gasto Suntuario o Superfluo en el Sector Público Nacional (Decreto 6649), en el que se incluye en condición suntuaria el uso de Internet y la adquisición de equipos y plataformas tecnológicas en las instituciones públicas; se crean, eliminan y crean de nuevo ministerios y organizaciones con diversos nombres en proceso de reacomodo constante para organizar un sector que ha quedado permanentemente en el limbo.

Esto ha generado un evidente deterioro en las telecomunicaciones que, más allá de las cifras oficiales, cada venezolano puede sentir al no poderse montar tan fácilmente en las nuevas demandas de velocidad y ancho de banda promovida por las tendencias de contenido digital. El panorama es claro: a mayor número de usuarios, se satura una autopista si no existen condiciones de crecimiento y consolidación de la infraestructura. En un estudio reciente sobre el ancho de banda en el mundo, fuimos reportados como el país número 183 (prácticamente los últimos en América Latina) (Global Index, 2014), superando sólo a Cuba y unos pocos países africanos; este es uno de los indicadores más claros del rezago: para descargar un video, los venezolanos podemos llegar a tardar horas, lo que le lleva a otros habitantes del mundo, hacerlo en segundos.  Igualmente, la brecha interterritorial es una condición que no puede ocultarse: un trujillano o amazonense no tiene las mismas oportunidades de navegación para descargar contenido, de alguien que viva en Caracas.

De los planes iniciales, sólo nos ha quedado lo más fácil: repartición de computadoras con las que realmente puede hacerse muy poco por la escasa posibilidad de navegar con solvencia; esto hace que los esfuerzos de apropiación tecnológica terminen aislados, encabezando débilmente un voluntarismo que no logra fraguar prioridades de peso para que Internet sea una oportunidad de desarrollo social.

Obviamente, las tendencias distribuidas en las relaciones de poder alrededor de Internet no son fáciles de encajar en un contexto de predominio comunicacional centrado en el Estado. Ante esto, a las autoridades públicas de estos tiempos sólo les queda automirarse 15 años atrás, abrir largos paréntesis y resumir rápidamente que hemos alcanzado el camino a la felicidad, ante un escenario de difícil contraste con la arenga. Intentar remontar va más allá del voluntarismo, pero ya que se muestra interés, vale la pena advertir que el tema de gobernanza de Internet involucra, entre otros, la negociación con actores del sector público, privado, la academia y los usuarios con sus diversos intereses y afiliaciones, para generar un ecosistema sostenible y posible; una ruta unilateral impuesta no hace otra cosa que ahogar las opciones y dejar en escena un único ombligo al que mirarse.


jueves, 24 de julio de 2014

Dosis epistémica


Tenía cierto aire aristotélico y a todo le debía una explicación absolutamente racional. Vivía de eso que llaman filosofía contemporánea. Le gustaba su trabajo: tenía herramientas intelectuales, las aplicaba, escribía, concluía. Puro método debajo de su piel. Un día abrió su computadora y empezó a escribir la tesis del siglo. Lo tenía todo clarito: notas, esquemas, todo el terreno intelectualmente abonado con lecturas e ideas asociadas.

El primer día se sentó y fluyeron las ideas, muy desordenadas, pero sus dedos tecleaban y tecleaban, lo importante era empezar. El segundo día leyó y no le gustó nada lo que hizo. Cerró y volvió el tercer día, pero tenía el texto anterior en su cabeza. Había decidido entonces darse unos días; pensaba en esto mientras miraba por la ventana y fue justo en ese momento cuando descubrió que en el terreno de enfrente, unos obreros se disponían a continuar el trabajo de construcción de una casa, sobre unas columnas que ya tenían algunos meses allí solitarias. Dedujo nuestro filósofo, por los materiales que llegaban, que el objetivo era levantar el techo. Durante el día, los trabajadores clasificaron el material, las herramientas, casi podía deducirse la agenda de trabajo, que harían primero, qué vendría después; cayó la tarde y nuestro investigador académico pudo ver la forma en que ordenadamente los obreros disponían todos los materiales para iniciar al día siguiente.

Fue entonces cuando se le ocurrió la brillante idea de comparar la construcción de aquel techo con la construcción de sus ideas. Era todo muy parecido: los obreros tenían un objetivo, había un esquema previo, habían organizado las herramientas más adecuadas y se disponían a empezar. Y así comenzó el capítulo 1.

Al día siguiente, cuando llegaron los obreros, nuestro filósofo ya tenía rato al frente de su computadora. Había reorganizado sus notas, sus esquemas, dispuso sus herramientas y decidió empezar a escribir, de cero. Se sintió complacido por haber iniciado antes de que los obreros llegaran. Fue un buen día. Veía por la ventana y sentía que los obreros avanzaban muy poco, mientras creía que el mundo corría detrás de él, de lo rápido que avanzaba. Las primeras semanas fueron todas muy parecidas. Y nuestro intelectual cerró su primer capítulo, con cierta ventaja sobre la construcción de enfrente, en la que apenas se habían empezado a soldar algunos ángulos.

En el segundo capítulo, nuestro filósofo se enredó un poco para comenzar y le dio una gran envidia al ver que ya empezaban a descargarse las primeras bases sobre el techo. Aquello le generó mucha angustia. Una noche no pudo dormir, y entonces decidió montar en la madrugada sus propias columnas para el próximo capítulo. Pero poco fluía. Llegaron los obreros y aquel hombre tenía sueño, sin poder dormir, claro está, porque el ruido de la construcción lo torturaba. Entonces decidió liberarse de aquel tormento. Se sintió mucho mejor cuando se dijo en voz alta que el trabajo intelectual no era lo mismo, que requería tiempo para repensar. Por más que sea, era una estupidez comparar la hermenéutica con la simple estructura de una casa. Se acabó. No pensaría más en eso. Escribiría cuando estuvieran dadas las condiciones. Eso es.  

Pero esa noche tampoco pudo dormir. Y  a las 6:30 de la mañana llegaron de nuevo los obreros. El vecino intelectual miró por la ventana y vio que empezaba a asomarse una sólida estructura sobre la casa. Esa fue la mayor revancha. Salió corriendo al computador y se dijo: “no me van a ganar, yo empiezo hoy mi capítulo, porque sí. Qué inspiración ni que ocho cuartos, yo también tengo un plan, yo tengo mis propios martillos, mis sierras para cortar ideas, yo puedo ganarles”. Y empezaron a fluir unas estructuras alocadas de pensamiento, al día siguiente otras ideas un poco más finas, y luego más y más. Y así se cerró el  segundo capítulo. Ese día nuestro intelectual se bañó, se vistió de corbata y decidió pasar por el frente de los trabajadores. Con cierta sorna, se acercó y les asomó ¿les ha costado, no? ¿les falta mucho?

Entre bromas, los obreros empezaron a explicarle que no era fácil, que era un trabajo que requería mucha disciplina y orden, que no todo el mundo podía hacer aquello, sino, imagínese, cuántos no tuvieran un techo de la noche a la mañana. Los obreros no entendieron por qué aquel hombre encorbatado no se retiró en toda la tarde de aquel lugar y los observaba, a veces distante, a veces tan cerca que parecía inspirado. Al día siguiente, nuestro filósofo empezó el tercer capítulo con la convicción de que no todo el mundo tenía las herramientas para hacerse un techo de ideas, sino, imagínese, cuántos no lo tuvieran de la noche a la mañana. Y así fluyó la tesis del siglo.


Por supuesto que aquellos obreros no tienen idea del aporte que le hicieron a la filosofía. Por las rendijas de las tejas de aquella casa, circulan venas de un pensamiento muy concreto. Los vaivenes del techo tienen títulos y subtítulos. Un día, cuando ya gozaban de su obra, debajo de aquella extensión que le cerraba la luz a la casa en construcción, a los obreros les llegó un comunicado de la Asociación para el Avance del Pensamiento Concreto (AsoVAPC), que decía sencillamente: “Gracias por su aporte a la hermenéutica”. 

martes, 25 de febrero de 2014

El cuento del otro


En los tiempos de la Guerra Fría, aquellos en los que el mundo se dividía en buenos y malos, dependiendo del banquito en el que te montaras, la Venezuela doméstica mostraba hacia sus adentros las pocas diferenciaciones que le habría permitido su historia más cercana: gochos, maracuchos, guaros, orientales, llaneros  y centrales, casi siempre refiriéndose con estos últimos a todo aquel que rozaba los rasgos de la modernidad ofrecida por la tentadora  Caracas y sus ciudades cercanas.

Convencidos de la otredad para reforzar su existencia, los venezolanos habrían aderezado sus códigos, con unos matices casi imperceptibles, para calificar al otro, de acuerdo al lugar de donde fuere. Así entraban en un saco, los más astutos, los más lentos, los perspicaces, los más reservados. Los chistes sobre unos y otros demostraban este tejido de significaciones en el que, por cierto, poca alusión despectiva  se hacía a los del centro, haciéndome pensar en ocasiones que los verdaderos responsables de la construcción de estos estereotipos reposaban en la Plaza Bolívar de Caracas.  Cada región ejercía con orgullo su diferencia y levantaba eventualmente su símbolo local para identificarse entre el colectivo.  Cosas de niños, porque al fin y al cabo, que yo recuerde,  en la historia de la segunda mitad del siglo XX, no se registraron casos  de exclusión o discriminación en Venezuela, por venir de tal o cual lugar.

Otra manera de identificarse fue instaurada por los dos grandes partidos políticos en buena parte de la Venezuela de la segunda mitad del siglo XX: Acción Democrática y COPEI ordenaron con cierta rapidez la lista de carnet que identificara a los venezolanos como adecos o como copeyanos, consumiendo de esta manera buena parte de la conducta clientelar de un país, cuyo ingresos daban para las prebendas en los gobiernos de turno. En este particular, sí debe haber registro histórico de beneficios coyunturales que obtuvieran unos y otros por presentar el carnet de algún partido; no obstante, al final del día, todos entraban en la fiesta. El carnet sólo parecía formar parte del requisito folklórico de un país que se jactaba de entrar a su manera a la democracia de partidos.

Si en tu casa se era aficionado al béisbol, como lo fueron muchas familias venezolanas en los tiempos de la Guerra Fría, entonces mostrabas, también con orgullo, cierta particularidad de colores y símbolos asociados con el Magallanes, los Leones, Las Águilas, los Cardenales, por nombrar los pocos equipos que en el momento acaparaban la demanda de otredad del venezolano.

Así, tú podías ser maracucho o gocho adeco;  oriental o guaro copeyano de los Cardenales;  central magallanero adeco o copeyano;  y en un prisma de combinaciones perfectas en el contexto caribeño, los venezolanos adornaban sus propios espacios con los candidatos presidenciales de turno, la virgencita de la región y, una gorra simbólica de tu  equipo preferido de béisbol.  Historias, sí, las hubo, sobre arengas enfrentadas por uno u otro gusto. Pero al final de la noche, te podían sacar a bailar sin identificarte en absoluto con ningún tipo de afiliación. En los tiempos de la Guerra Fría, aquellos en los que el mundo se dividía en buenos y malos, los venezolanos no tenían fisuras profundas que los cercara, más allá del drama simbólico de un país petrolero experto en fabricar misses y novelas.

Entonces, tú podías formar parte de la fundación para recolectar fondos para los pobres, o ser un estudiante defensor del ambiente,  o una profesora de preescolar, o un malandro, o un empresario, siendo adeco o copeyano, maracucho, central, magallanero, caraquista o guaro.  Todos podían, en algún momento, ser juzgados por su bondad o maldad dependiendo de su actuación cotidiana y no de su afiliación a ninguna tribu. Al fin y al cabo, la conciencia moral no estaba arraigada a la otredad.  Claro que había ricos y pobres, con una fustigable inequidad social, pero al no percibirnos sustancialmente diferentes, todos teníamos cabida moral.

Al derrumbarse el Muro de Berlín, en el mundo cada quien recogió las lecciones que les correspondía. Y las nuevas generaciones se fueron haciendo plurales, menos polarizadoras, sensibles, ambientalistas, distribuidas, con una idea de organización completamente distinta a la del siglo XX. La burbuja venezolana, sin embargo se espichó tarde y llegaron coletazos fuera de tiempo.

Apareció Chávez con la oferta de enmendar los problemas de un país agotado entre tan mala gestión de los gobiernos anteriores y estrategias equivocadas. Enamoró a buena parte de la población y subió al poder. Contrario a un mundo que empezaba a remojar sus traumas polarizadores, Chávez, como todo militar, instauró su lógica suma cero, tan propia de la realidad geopolítica de otros tiempos: sí yo gano, tú pierdes. Habló de amigos y enemigos, y fue penetrando lentamente con su discurso del “tú contra mí”. E inició inteligentemente su propia fábrica, en serie, de buenos y malos, envasados y protegidos con estereotipos de un pasado que ya había corrido, adentrándose en un terreno peligroso que sólo puede medirse observando la historia de otros países en guerra. Como una película repetida para quienes se habían perdido la función, se montó un remix con una puesta en escena folklórica. Refugiándose en el sueño de la inclusión social, Chávez pudo sabiamente disfrazar los errores de una década completica de gobierno, polarizando al país, paradójicamente en un contexto mundial  que se hacía cada vez  más plural y diverso.

Y Chávez dejó a Maduro, con un anclaje tan férreo a la herencia chavista, que no hay forma de tener realidad distinta a su fábrica de la verdad. Confundido en su propia arenga, Maduro ve el enemigo en la sociedad civil que quiere hacer sentir su disgusto por la ineptitud, la inseguridad y la mala gestión económica. Así deja abierta la ventana de la arbitrariedad, en un terreno que recoge lo peor de los tiempos de la Guerra Fría: el uso excesivo del poder  para defender la verdad de quienes gobiernan.


En medio de un mundo ambidiestro, en el que los distintos gobernantes hoy día tienen que lidiar con hippies encorbatados, artesanos empresarios, artistas estadísticos, corruptos camuflados de ambientalistas, seminaristas rockeros, Venezuela pretende ser reducida a buenos y malos. El gobierno, que jamás podrá ser víctima porque está en el poder, insiste -hasta empalagar una izquierda sin base- en hacernos creer que el enemigo está cerca y sataniza a quien le discute. Al convencer a la mitad del país, caemos en la trampa de sentir que el vecino que piensa políticamente diferente a mí es malo (tomando en cuenta que en ambientes perversos como éstos, el bueno soy yo).  Son sutilezas que se pescan cuando el otro habla, seleccionando su verdad porque el malo lo acecha. Una población que cayó en la trampa de ser el enemigo de la otra mitad de la población, se resiste a la realidad y coopera con su propio ombligo. En medio de todo esto, al final de la noche, sólo resta preguntarse si una parte del hipotálamo venezolano no se despertará sobresaltado en su historia, preguntándose si es cierto que el otro es tan malo. Y si vale la pena seguir el juego.

sábado, 22 de febrero de 2014

Solos



Mi  gran amiga, Alejandra Melfo, decidió escribir sobre Venezuela y nos regala un texto que, por su limpieza y extraordinaria coherencia, lo publico en mi blog. Es una interesante mirada.

Sí, Maduro dice que yo soy una fascista violenta de la ultraderecha que esta en una conspiración internacional para tumbar su gobierno. Que lo diga. Yo mañana vuelvo a salir con los muchachos, a exigir al gobierno que desarme a los colectivos, a decir que las calles son nuestras...

Por estos días vi la foto de los presidentes latinoamericanos posando con Raúl Castro en Cuba. Una foto por decir lo menos curiosa, de varios hombres y mujeres que en su mayoría pasaron media vida tratando de convencer a sus conciudadanos de que eran la mejor opción de gobierno en sus países, luchando por sus ideas justas o injustas, ganando con enorme esfuerzo unas elecciones, que sonreían junto al designado heredero de la monarquía cubana.  Como siempre que veo una cosa así, me acordé de Yoani Sánchez, me la imaginé en el piso de un carro recibiendo patadas en la cara, aquella vez que se la llevaron por andar escribeindo un blog, y me pregunté si la lluvia de golpes sería tal vez distinta si ella supiera que quien iba a salir mañana a defenderla y a acusar a los esbirros del régimen no era, digamos, la bestia de George Bush. Yo cuando pienso en los cubanos siempre termino diciéndome lo mismo: solos, los dejamos solos.

Eso de la foto fue antes de que empezaran las protestas en Venezuela. Claro que yo no iba a a protestar, no porque no sobren razones, sino porque me parecía que se estaba llamando a tumbar el gobierno.  Entonces fue cuando otra vez, otra muchacha de la universidad en el Táchira fue atacada por unos malandros en pleno día, estuvo a punto de convertirse en otra de las decenas de miles de personas asesinadas por año en Venezuela (las cifras son oficiales), y los muchachos dijeron basta. Y salieron, protestaron, se portaron mal, quemaron cauchos, trancaron calles. Agarraron a unos cuantos, y los mandaron, sin proceso alguno, directamente a la cárcel de Coro a mil kilómetros de distancia. En una de esas demostraciones del surrealismo venezolano a las que nos hemos acostumbrado últimamente, los presos hicieron una protesta violenta y dijeron que esos muchachos no podían entrar en la cárcel, aquí solo hay criminales, dijeron, los estudiantes no deben estar aquí.  

Así empezó todo, y aquí en Mérida esa misma tarde estaban protestando los estudiantes. Y salió Leopoldo López a llamar a una marcha. Tampoco iba a ir, no me gusta nada Leopoldo López, aunque tengamos enemigos comunes, y pienso que Henrique Capriles tenía mucha razón y mucho valor en llamar a que no se saliera a descargar la frustación sin ton ni son, arriesgando la vida de los estudiantes. Pero resultó que la noche anterior a la marcha salieron con mas fuerza que nunca los llamados “colectivos”. En Mérida se llaman Tupamaros. Todos los conocemos. Tienen motos, andan de a dos. El de atrás lleva el arma. Se cubren la cara. La mayoría viven en unos edificios que antes eran residencias de estudiantes, y donde ahora la policía no entra. Tienen también un “brazo civil”, digamos, que participa en las elecciones. Esa tarde salieron, rompieron las puertas de un edificio donde viven varios amigos míos, entraron con las motos. Disparando. Así en varios edificios donde viven estudiantes que salen a protestar siempre. Se pasearon por la ciudad, y las “ballenas” anti disturbios de la policía venían detrás de ellos apoyando. El patrón se ha repetido en todos estos días de manifestaciones en todo el país: sueltan a los colectivos adelante, con las motos, armados, y la guardia nacional viene atrás. Lo que pasa es que yo vivo aquí en Mérida y eso no lo vi en una foto de twitter: lo vi. 

Por eso yo fui a la marcha, vestida de blanco como todos. No porque hay una conspiración del imperio para tumbar a Maduro en la que yo participo, ni porque me convencieron con un folletito de la CIA de dejar de ser la hija de un exiliado político de la dictadura uruguaya para convertirme en una fascista de la ultraderecha, para usar el término con que me llama nuestro presidente. Salí, con miedo eso sí porque las balas no me gustan, a decirles a los criminales de las motos que la ciudad no es de ellos, es nuestra, que podemos caminar por sus calles cuando queremos, que no pueden decirnos con sus motos y sus pistolas adónde no ir. Salí porque si mi padre estuviera vivo, habría salido conmigo del brazo con los estudiantes. Y fue hermoso, y cantamos, y se nos unió toda la ciudad en la manifestación más grande que se había visto hasta entonces. Y entonces vino la noche, y de nuevo salieron las motos. Me llamó una amiga, atrincherada en su apartamento: vienen los “tupas”, y la policía los proteje, y quién nos defiende a nosotros. 

Los tupas. No escogieron el nombre por casualidad. Lo escogieron sabiendo que hay muchos, demasiados, tristes intelectuales de la así llamada izquierda latinoamericana, para quienes el discurso y el nombre lo es todo. Usted dice tupamaro, y ellos piensan en los torturados de la dictadura uruguaya, no en los muchachos que salieron ayer mostrando las heridas que la Guardia Nacional Bolivariana les hizo cuando los detuvo. Son el tipo de gente que si usted le dice guerrillero, ellos piensan en un joven buenmozo de barbita con una boina negra y su estrellita blanca, no en un anciano narcotraficante colombiano sin escrúpulos que es capaz de secuestrar niños para llevarlos a pelear a la selva. Son el tipo de gente que piensa que Chávez nacionalizó el petróleo venezolano y nunca se fijaron en la fecha. Son gente a la que usted les dice que los políticos venezolanos de oposición no salen en ninguna televisión venezolana desde hace meses porque está prohibido, y dicen: ah, pero. Y uno sabe que si mañana en su país prohibieran aparecer a los políticos de oposición, se indignarían. Que no estarían contentos si supieran que la tercera parte de los ministros de su país son militares, que oficialmente no hay separación de poderes, que el jefe del ejército juró que la oposición jamás ganaría una elección en este país, que la presidenta del Consejo Nacional Electoral celebra todos los años el aniversario del golpe de estado que quiso dar Chávez, y me paro porque la lista es larga.

En este momento en las calles de Venezuela está ocurriendo una tragedia. No es que hay disturbios y la policía antimotines dispara bombas lacrimógenas y muere alguno, no es eso, que lamentablemente pasa en todo el mundo a cada rato. Es que hay grupos armados financiados por el estado, disparando y matando. Y hay una censura informativa total. Debería bastar que se supiera eso, debería bastar saber que en Táchira cortaron internet y sobrevuelan las ciudades aviones de guerra, que cerraron las emisoras de cable que daban noticias, debería bastar saber que están atacando a los periodistas, que hay estudiantes muertos, para que el intelectual de izquierda levante por fin los ojos de su enésima edición de “Las venas abiertas de América Latina” y mire alrededor, descubra que el siglo es el 21, que el muro de Berlín cayó, que los muchachos de la Sierra Maestra envejecieron y ahora no dejan a sus nietos gobernar, ni escribir un periódico nuevo, ni salir de su país, ni fundar un partido político, ni gritar abajo el gobierno. Que si en Venezuela no hay ni pan ni medicinas ni leche no es porque Obama está conspirando día y noche contra nosotros. Que somos perfectamente capaces de hundir económicamente un país sin ayuda de ninguna transnacional imperialista. La gente aqui piensa que los gobiernos latinoamericanos no dicen nada ante las atrocidades de este momento en Venezuela porque tienen intereses económicos. Yo pienso que no, yo pienso que es por la misma razón por la que se sacaron la foto aquella: porque viven en el siglo pasado.

Sí, Maduro dice que yo soy una fascista violenta de la ultraderecha que esta en una conspiración internacional para tumbar su gobierno. Que lo diga. Yo mañana vuelvo a salir con los muchachos, a exigir al gobierno que desarme a los colectivos, a decir que las calles son nuestras, a recordar a la estudiante que murió con una bala en la nuca, a darle fuerza a la otra que perdió un ojo. Y saldré con el mismísimo exacto orgullo, inocencia y alegría con que salen todos los estudiantes de América Latina a gritar viva la U, viva la Universidad, muera la bo, muera la bota militar.  Y no, no les voy a explicar a los izquierdistas nostálgicos lo que pasa, ni les voy a mostrar los videos y a jurarles que es verdad, ni me voy a sentar a discutir con ellos cosas tan elementales como el derecho a la libertad de expresión, porque estoy, estamos, hartos. Está a la vista, mírenlo, mírennos. Estoy segura de que habrá (que hay) muchos que entiendan, y que esos no nos dejarán solos.