martes, 4 de noviembre de 2014

Internet y la (des) confianza


Distinto a la producción y distribución centralizada de la información, expresada en entornos impresos y audiovisuales (prensa, radio y TV),  Internet, como ya sabemos, no tiene centro: su lógica de producción y distribución de la información se alimenta de nodos que poseen diversas relevancias, un ambiente en el que la circulación de contenidos se potencia. Esto justamente ha permitido una retroalimentación de saberes, fortaleciendo procesos de innovación en un ciclo creciente, alimentado de diversas fuentes y que ha redundado en el mismo crecimiento de Internet, en un ambiente abierto y colaborativo.


A su vez, Internet ha potenciado la autonomía de los individuos para producir y distribuir información, convirtiendo a cada quien en un potencial nicho de oportunidades para la circulación de contenidos. De esta manera, y al no existir una mediación organizada, la comunicación que circula en Internet es ofrecida en distintos niveles, generando por primera vez una fusión, dentro de un mismo entorno, de modalidades de interacción de acuerdo a las necesidades y aspiraciones de personas, grupos, proyectos, instituciones, en procesos formales de comunicación (por ejemplo, interés profesional, investigación, educación), como también en ámbitos de entretenimiento, impulsando mecanismos de redes tanto en lo público como en lo privado.  

Así se ha incrementado la autonomía del individuo para informar y ser informado, pero asimismo también ha aumentado su vulnerabilidad como pequeña fábrica de producción de contenido. Problemas recientes se han ido discutiendo en forma creciente, inherentes a la amenaza de control del contenido que circula en Internet, bajo la denominada vigilancia de las comunicaciones que, en nombre de intereses de algunos gobiernos o algunas empresas, podrían llegar a atentar contra el derecho a la privacidad y a la libertad de expresión, deviniendo en diversas formas de intervención de datos personales y de censura en la circulación de la información. Estos temas han ido formando parte creciente de la agenda de discusión en la gobernanza de Internet, generándose iniciativas de estudios, revisiones y pronunciamientos inherentes, como por ejemplo, la Global Network Initiative, la Carta de APC sobre Derechos en Internet, el aumento del tema en el Foro de Gobernanza de Internet, los Principios Internacionales sobre los Derechos Humanos a la Vigilancia de las Comunicaciones, por nombrar sólo algunos.

Mucho más reciente, la Era Post-Snowden ha despertado mayor interés en la posición oficial de la comunidad global ante la clara intervención de la Agencia de Seguridad de Estados Unidos (NSA) en la vigilancia de contenidos de otros países y algunas iniciativas en el monitoreo de ciudadanos, como PRISM, poniendo en la mira a países como Estados Unidos. El tema, sin duda, es un reto en las conversaciones globales sobre la evolución y desarrollo de Internet y obliga a un diálogo abierto para consolidar la confianza como valor indispensable en las relaciones de los distintos actores.

Ahora bien ¿por qué los gobiernos y las empresas vigilan las comunicaciones en Internet? Los gobiernos que han acudido a acciones explícitas en la vigilancia de las comunicaciones o control sobre contenidos específicos, argumentan sentir una amenaza potencial –real o no-, acudiendo así a protección por Seguridad de Estado (China, Estados Unidos) protección de los niños (Australia, Turquía), protección a la integridad de personas. Aunque estas razones sean posiblemente válidas, podrían exacerbar el poder de los gobiernos en el control de los contenidos de Internet, incrementando la amenaza de censura cada vez que se sientan afectados con opiniones adversas, violentando así el derecho a la libre expresión y arriesgando la identidad digital, vulnerable ante la idea de vigilancia. Por su lado, las empresas han encontrado en la información digital una mina para segmentar el mercado con mayor eficacia de acuerdo al perfil personalizado de los usuarios en el uso de algunas herramientas relacionadas con el correo electrónico o las redes sociales, práctica que también vulnera el derecho a mantener la identidad privada en forma digital.

Entre las modalidades  de intervención en la vigilancia de las comunicaciones digitales se destacan los filtrados en línea impulsados generalmente por el Estado. Por ejemplo, países como China, Turquía, Egipto, Francia, India, Irán, Corea del Sur y Venezuela han experimentado bloqueos o censura parcial del servicio de Twitter en su mayoría motivados por reacciones de los gobiernos de turno ante protestas contra el estatus oficial. Un reporte reciente destaca como enemigos de Internet, los países que han acudido a prácticas de censura y bloqueo. Pero además, en ambientes off-line los gobiernos también pueden acudir a juicios de personas activistas que defienden en entornos digitales intereses opuestos a la oficialidad, como casos recientes en Colombia, Venezuela y Bahréihn. Igualmente, el rastreo de datos personales incluye, además del interés de los gobiernos, la participación de las empresas proveedoras de servicios de comunicación en línea. 

Este escenario no sólo violenta los derechos humanos de privacidad y libertad de expresión, sino que se convierte en una amenaza para el modelo abierto y transparente de Internet, manchando la confianza como uno de los principales valores en los que se sustentan las relaciones de los principales actores del ecosistema de Internet (sociedad civil, gobiernos, empresas y comunidad técnica). El anonimato, por ejemplo, como mecanismo de protección de la sociedad civil puede resultar una ruta para ocultar posibles excesos, amparados en el ocultamiento de identidad.

¿Cómo generar un balance en este complejo escenario? El diálogo continuo entre los principales actores involucrados en la gobernanza de Internet sigue siendo la ruta más cercana. Debe permanecer una discusión en la que se sustenten los principios de Internet, principalmente aquellos relacionados con defender su naturaleza abierta y descentralizada; disminuir los controles restrictivos, gubernamentales o privados, de la infraestructura de telecomunicaciones o contenidos; y soportarse en la confianza de los servicios esenciales (ISOC, 2012). El reciente Informe sobre los Principios de Aplicación de los Derechos Humanos a la Vigilancia de las Comunicaciones, constituye un buen avance como referencia para promover la transparencia en los intereses de los diversos actores involucrados y una posible negociación con empresas y gobiernos, que afecte lo menos posible la privacidad y libertad de expresión de los individuos en los entornos digitales; en términos de proporcionalidad sentencia: “la vigilancia de las comunicaciones debería ser considerada como un acto altamente intrusivo que interfiere con los Derechos Humanos, amenazando los cimientos de una sociedad democrática”. Por su lado, el poder conferido al individuo en estos entornos, implica una responsabilidad adicional como productor inmediato de los contenidos sensibles a la agenda pública, así como en el manejo de estrategias para proteger su información personal.

Estas rutas implican, sin duda, nuevas lógicas, nuevas formas horizontales de aportes y responsabilidades en la comunicación pública. Se trata de promover una sociedad que debe prepararse para una democracia global basada en la confianza. ¿Demasiado utópico? Internet ha hecho posible lo que años atrás se veía como un sueño. 



* Ensayo final para aprobar el programa de Internet Society (ISOC) "Dando forma a Internet: historia y futuro 2014", capítulo Venezuela.