Distinto a la
producción y distribución centralizada de la información, expresada en entornos
impresos y audiovisuales (prensa, radio y TV),
Internet, como ya sabemos, no tiene centro: su lógica de producción y distribución
de la información se alimenta de nodos que poseen diversas relevancias, un
ambiente en el que la circulación de contenidos se potencia. Esto justamente ha
permitido una retroalimentación de saberes, fortaleciendo procesos de
innovación en un ciclo creciente, alimentado de diversas fuentes y que ha redundado en el mismo crecimiento de Internet, en un ambiente abierto y
colaborativo.
A su vez, Internet ha
potenciado la autonomía de los individuos para producir y distribuir
información, convirtiendo a cada quien en un potencial nicho de oportunidades
para la circulación de contenidos. De esta manera, y al no existir una mediación
organizada, la comunicación que circula en Internet es ofrecida en distintos
niveles, generando por primera vez una fusión, dentro de un mismo entorno, de modalidades
de interacción de acuerdo a las necesidades y aspiraciones de personas, grupos,
proyectos, instituciones, en procesos formales de comunicación (por ejemplo,
interés profesional, investigación, educación), como también en ámbitos de
entretenimiento, impulsando mecanismos de redes tanto en lo público como en lo
privado.
Así se ha incrementado la autonomía del individuo para informar y ser informado, pero
asimismo también ha aumentado su vulnerabilidad como pequeña fábrica de
producción de contenido. Problemas recientes se han ido discutiendo en forma
creciente, inherentes a la amenaza de control del contenido que circula en
Internet, bajo la denominada vigilancia
de las comunicaciones que, en nombre de intereses de algunos gobiernos o
algunas empresas, podrían llegar a atentar contra el derecho a la privacidad y
a la libertad de expresión, deviniendo en diversas formas de intervención de
datos personales y de censura en la circulación de la información. Estos
temas han ido formando parte creciente de la agenda de discusión en la
gobernanza de Internet, generándose iniciativas de estudios, revisiones y
pronunciamientos inherentes, como por ejemplo, la Global Network Initiative, la
Carta de APC sobre Derechos en Internet, el aumento del tema en el Foro de Gobernanza de Internet, los Principios Internacionales sobre los Derechos Humanos a la Vigilancia de las Comunicaciones, por nombrar sólo algunos.
Mucho más reciente, la Era Post-Snowden ha despertado mayor
interés en la posición oficial de la comunidad global ante la clara
intervención de la Agencia de Seguridad de Estados Unidos (NSA) en la
vigilancia de contenidos de otros países y algunas iniciativas en el monitoreo de
ciudadanos, como PRISM, poniendo en la mira a países como Estados Unidos. El
tema, sin duda, es un reto en las conversaciones globales sobre la evolución y
desarrollo de Internet y obliga a un diálogo abierto para consolidar la
confianza como valor indispensable en las relaciones de los distintos actores.
Ahora bien ¿por qué los
gobiernos y las empresas vigilan las comunicaciones en Internet? Los gobiernos que han acudido a acciones explícitas en la
vigilancia de las comunicaciones o control sobre contenidos específicos, argumentan sentir una amenaza potencial –real o no-, acudiendo así a
protección por Seguridad de Estado (China, Estados Unidos) protección de los niños (Australia,
Turquía), protección a la integridad de personas. Aunque estas razones sean
posiblemente válidas, podrían exacerbar el poder de los gobiernos en el control
de los contenidos de Internet, incrementando la amenaza de censura cada vez que
se sientan afectados con opiniones adversas, violentando así el derecho a la
libre expresión y arriesgando la identidad digital, vulnerable ante la idea de
vigilancia. Por su lado, las empresas han encontrado en la información digital
una mina para segmentar el mercado con mayor eficacia de acuerdo al perfil
personalizado de los usuarios en el uso de algunas herramientas relacionadas
con el correo electrónico o las redes sociales, práctica que también vulnera el
derecho a mantener la identidad privada en forma digital.
Entre las
modalidades de intervención en la
vigilancia de las comunicaciones digitales se destacan los filtrados en línea impulsados
generalmente por el Estado. Por ejemplo, países como China, Turquía, Egipto,
Francia, India, Irán, Corea del Sur y Venezuela han experimentado bloqueos o censura parcial del servicio de Twitter en su mayoría motivados por reacciones
de los gobiernos de turno ante protestas contra el estatus oficial. Un reporte
reciente destaca como enemigos de Internet, los países que han acudido a
prácticas de censura y bloqueo. Pero además, en ambientes off-line los
gobiernos también pueden acudir a juicios de personas activistas que defienden
en entornos digitales intereses opuestos a la oficialidad, como casos recientes
en Colombia, Venezuela y Bahréihn. Igualmente, el rastreo de datos personales
incluye, además del interés de los gobiernos, la participación de las empresas
proveedoras de servicios de comunicación en línea.
Este escenario no sólo
violenta los derechos humanos de privacidad y libertad de expresión, sino que
se convierte en una amenaza para el modelo abierto y transparente de Internet,
manchando la confianza como uno de los principales valores en los que se
sustentan las relaciones de los principales actores del ecosistema de Internet
(sociedad civil, gobiernos, empresas y comunidad técnica). El anonimato, por
ejemplo, como mecanismo de protección de la sociedad civil puede resultar una
ruta para ocultar posibles excesos, amparados en el ocultamiento de identidad.
¿Cómo generar un
balance en este complejo escenario? El diálogo continuo entre los principales
actores involucrados en la gobernanza de Internet sigue siendo la ruta más
cercana. Debe permanecer una discusión en la que se sustenten los principios de
Internet, principalmente aquellos relacionados con defender su naturaleza
abierta y descentralizada; disminuir los controles restrictivos,
gubernamentales o privados, de la infraestructura de telecomunicaciones o
contenidos; y soportarse en la confianza de los servicios esenciales (ISOC,
2012). El reciente Informe sobre los Principios de Aplicación de los Derechos Humanos a la Vigilancia de las Comunicaciones, constituye un buen avance como
referencia para promover la transparencia en los intereses de los diversos
actores involucrados y una posible negociación con empresas y gobiernos, que
afecte lo menos posible la privacidad y libertad de expresión de los individuos
en los entornos digitales; en términos de proporcionalidad sentencia: “la
vigilancia de las comunicaciones debería ser considerada como un acto altamente
intrusivo que interfiere con los Derechos Humanos, amenazando los cimientos de
una sociedad democrática”. Por su lado, el poder conferido al individuo en
estos entornos, implica una responsabilidad adicional como productor inmediato
de los contenidos sensibles a la agenda pública, así como en el manejo de
estrategias para proteger su información personal.
Estas rutas implican,
sin duda, nuevas lógicas, nuevas formas horizontales de aportes y
responsabilidades en la comunicación pública. Se trata de promover una sociedad
que debe prepararse para una democracia global basada en la confianza. ¿Demasiado
utópico? Internet ha hecho posible lo que años atrás se veía como un sueño.
* Ensayo final
para aprobar el programa de Internet Society (ISOC) "Dando
forma a Internet: historia y futuro 2014", capítulo Venezuela.