miércoles, 27 de agosto de 2014

El Foro Mundial de Gobernanza de Internet y sus países sedes: ¿pasan la prueba?

Asociado a los nuevos retos de negociación entre distintos actores para apuntar hacia la sostenibilidad y crecimiento de Internet, la Organización de las Naciones Unidas anunció formalmente en el año 2006 la creación del Foro Mundial sobre Gobernanza de Internet (IGF por sus siglas en inglés: Internet Gobernance Forum). Desde entonces, bajo un atípico esquema de diálogo horizontal que pretende incluir en igualdad de condiciones a gobiernos, sector privado, sociedad civil y la academia, el IGF ha tenido lugar anualmente en ocho sedes distintas del mundo. La próxima semana (2 al 5 de septiembre) se realizará la novena edición del IGF en Estambul, la mayor ciudad de Turquía y una de las de mayor población en Europa.

Recientemente, Yaman Akdeniz y Kerem Altiparmak, residentes de Estambul,  expertos en el tema de telecomunicaciones y activistas defensores de Internet hicieron pública su decisión de boicotear el IGF en Turquía, dadas las decisiones políticas que han apuntado en este país, desde el año pasado, a la restricción de contenidos en las redes sociales, en lo que consideran un acto de clara censura.  Una forma de boicotear ha sido la expresa decisión de no formar parte del IGF, de cuya organización se encarga la máxima autoridad de Tecnología e Información en Turquía. Es decir, el Foro al parecer, tiene ausente en esta oportunidad dos voceros locales de la sociedad civil con un perfil que hubiera sido prometedor para elevar la discusión del rol de los gobiernos en el tema de la gobernanza de Internet.  Este aspecto nos ha hecho pensar en el IGF y los contextos en los que se ha venido desarrollando durante casi una década.

Si vemos las sedes anteriores de los IGF, podemos resumir un despliegue histórico de la Humanidad expresada en cada uno de los contextos de las ciudades, lo cual confiere el matiz multicultural al que se apuesta en el tema de la gobernanza de Internet. Atenas (Grecia, 2006), Río de Janeiro (Brasil, 2007), Hyderabad (India, 2008), Sharn El Sheikh (Egipto, 2009), Vilnius (Lituania, 2010), Nairobi (Kenya, 2011), Baku (Azerbaiyan, 2012), Bali (Indonesia, 2013), y ahora la antigua Constantinopla (Turquía), han sido un repertorio rico de expresiones representativas del mundo oriental y occidental que han vestido al IGF durante casi una década.

Pero más allá de esta diversidad cultural que ha rodeado el ambiente de discusión de cada IGF, los países sedes no han sido, en grueso, una expresión uniforme de gran éxito en los indicadores de crecimiento de infraestructura para garantizar un ambiente estable de acceso a Internet: por ejemplo, sólo Lituania, el único país europeo que había sido sede del IGF, se mantiene entre los primeros cincuenta países en penetración de Internet, con 68,5% de su población en acceso a este servicio y además ocupa un puesto muy privilegiado en el tema de velocidad de descarga por segundo. Del resto, un grueso grande se encuentra cercano al puesto número cien en el tema de penetración, exceptuando a Indonesia y la India, con puestos ya muy lejanos que los ubica como los países más deprimidos del grupo en el tema de infraestructura de telecomunicaciones. La calidad del servicio, medida por el promedio de velocidad de descarga de cada país (Mbit/s) sí es un tema en el que se nota que las sedes del IGF deben hacer un mayor esfuerzo: exceptuando a Lituania, sólo Brasil se encuentra entre los primeros cien puestos en el mundo; el resto bordea unos índices bajos.

Estos datos forman parte del reciente Reporte Global de Internet presentado por la Internet Society, según el cual Turquía, inminente país sede del IGF, tiene una penetración de 46,3%, ubicándose en el puesto 82 del mundo; con una velocidad de descarga de 8.72 Mbit/s, ubicándose en el puesto número 63 en este aspecto. Nada mal, en promedio, comparado con el resto de los países sedes del IGF, pero igual le queda un camino largo por recorrer.

Ahora bien, más allá del aspecto técnico organizativo que cada país es capaz de lograr para impulsar el sector telecomunicaciones, siempre con la premisa de alcanzar un sano escenario de opciones que beneficien a los usuarios finales en términos de precios y calidad, existe el ámbito cultural que en cada contexto le confiere el sentido social a las tecnologías y que se expresa como un eje transversal para definir un sistema caracterizado por normas, leyes, programas de capacitación, iniciativas de apropiación, por nombrar algunas. En un contexto de respeto a los principios democráticos, los diferentes actores (gobierno, empresas, academia y sociedad civil) fortalecen lo que se denomina el ecosistema de Internet, discutiendo, acordando y determinando las rutas apropiadas para que cada vez más gente pueda tener acceso a Internet y pueda hacer de ésta una herramienta habilitadora del desarrollo individual y colectivo.

Pero no todo es color de rosa. La condición distribuida y abierta de Internet ha desestabilizado la estructura centralizada que en otros tiempos permitía el control de la producción y distribución de la información. Ha sido ésta, una forma innovadora de darle poder a los que no tenían voz y restárselo a quienes hablaban muy alto en los viejos tiempos, lo que en cierta forma ha promovido nuevas formas de diálogo democrático. En este sentido, en ocasiones Internet ha sido una piedra en el zapato para los gobiernos que pretenden silenciar versiones contrarias a sus intereses. Las redes sociales -con gran auge Facebook y Twitter- han servido como mecanismo colaborativo de expresión política de la sociedad civil, casi siempre activado cuando los escenarios off line ahogan las opciones para informar. En este aspecto, Turquía, Egipto y la India serían, por ejemplo, los países sedes del IGF con sombra oscura en el intento político por censurar el contenido que circula en Twitter, según se ha resumido recientemente.

Obviamente, el mundo on line no es otra cosa que una fiel manifestación de lo que se expresa en el mundo real, pero ante el interés, tanto del poder político como económico, de tomar las  riendas  en el control de protocolos, tecnologías, contenidos en Internet, hasta ahora ha podido más la fuerza distribuida del poder técnico y civil que sigue defendiendo exitosamente unos mecanismos abiertos, visibles y transparentes. De esto se trata el diálogo multiactoral de la gobernanza de Internet, en el que aún se siguen poniendo sobre la mesa los diversos roles y responsabilidades. Más allá del interés de los gobiernos en hacerse ver exitosos ante el mundo en el tema de la gobernanza de Internet, a los países sedes del IGF les queda el sello necesario de limpiar el camino para mejorar su propio terreno, porque en estos tiempos todo se sabe. Por esta misma razón, me hubiera gustado ver a Yaman Akdeniz y Kerem Altiparmak como representantes de la sociedad civil de Turquía, sentados con su frente en alto en el próximo IGF, dando una lección a sus gobernantes, propia de estos nuevos tiempos.

1 comentario:

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