Asociado a los nuevos retos de negociación entre
distintos actores para apuntar hacia la sostenibilidad y crecimiento de
Internet, la Organización de las Naciones Unidas anunció formalmente en el año
2006 la creación del Foro Mundial sobre Gobernanza de Internet (IGF por sus
siglas en inglés: Internet Gobernance
Forum). Desde entonces, bajo un atípico esquema de
diálogo horizontal que pretende incluir en igualdad de condiciones a gobiernos,
sector privado, sociedad civil y la academia, el IGF ha tenido lugar anualmente
en ocho sedes distintas del mundo. La próxima semana (2 al 5 de septiembre) se
realizará la novena edición del IGF en Estambul, la mayor ciudad de Turquía y una
de las de mayor población en Europa.
Recientemente, Yaman Akdeniz y Kerem Altiparmak, residentes
de Estambul, expertos en el tema de
telecomunicaciones y activistas defensores de Internet hicieron pública su
decisión de boicotear el IGF en Turquía, dadas las decisiones políticas que han
apuntado en este país, desde el año pasado, a la restricción de contenidos en las
redes sociales, en lo que consideran un acto de clara censura. Una forma de boicotear ha sido la expresa decisión
de no formar parte del IGF, de cuya organización se encarga la máxima autoridad
de Tecnología e Información en Turquía. Es decir, el Foro al parecer, tiene
ausente en esta oportunidad dos voceros locales de la sociedad civil con un
perfil que hubiera sido prometedor para elevar la discusión del rol de los
gobiernos en el tema de la gobernanza de Internet. Este aspecto nos ha hecho pensar en el IGF y
los contextos en los que se ha venido desarrollando durante casi una década.
Si vemos las sedes anteriores de los IGF, podemos
resumir un despliegue histórico de la Humanidad expresada en cada uno de los
contextos de las ciudades, lo cual confiere el matiz multicultural al que se
apuesta en el tema de la gobernanza de Internet. Atenas (Grecia, 2006), Río de Janeiro
(Brasil, 2007), Hyderabad (India, 2008), Sharn El Sheikh (Egipto, 2009), Vilnius
(Lituania, 2010), Nairobi (Kenya, 2011), Baku (Azerbaiyan, 2012), Bali
(Indonesia, 2013), y ahora la antigua Constantinopla (Turquía), han sido un
repertorio rico de expresiones representativas del mundo oriental y occidental que
han vestido al IGF durante casi una década.
Pero más allá de esta diversidad cultural que ha
rodeado el ambiente de discusión de cada IGF, los países sedes no han sido, en
grueso, una expresión uniforme de gran éxito en los indicadores de crecimiento de
infraestructura para garantizar un ambiente estable de acceso a Internet: por
ejemplo, sólo Lituania, el único país europeo que había sido sede del IGF, se
mantiene entre los primeros cincuenta países en penetración de Internet, con
68,5% de su población en acceso a este servicio y además ocupa un puesto muy
privilegiado en el tema de velocidad de descarga por segundo. Del resto, un
grueso grande se encuentra cercano al puesto número cien en el tema de
penetración, exceptuando a Indonesia y la India, con puestos ya muy lejanos que
los ubica como los países más deprimidos del grupo en el tema de
infraestructura de telecomunicaciones. La calidad del servicio, medida por el
promedio de velocidad de descarga de cada país (Mbit/s) sí es un tema en el que
se nota que las sedes del IGF deben hacer un mayor esfuerzo: exceptuando a
Lituania, sólo Brasil se encuentra entre los primeros cien puestos en el mundo;
el resto bordea unos índices bajos.
Estos datos forman parte del reciente Reporte Global de Internet presentado por la Internet Society, según el cual Turquía, inminente
país sede del IGF, tiene una penetración de 46,3%, ubicándose en el puesto 82
del mundo; con una velocidad de descarga de 8.72 Mbit/s, ubicándose en el
puesto número 63 en este aspecto. Nada mal, en promedio, comparado con el resto
de los países sedes del IGF, pero igual le queda un camino largo por recorrer.
Ahora bien, más allá del aspecto técnico organizativo
que cada país es capaz de lograr para impulsar el sector telecomunicaciones,
siempre con la premisa de alcanzar un sano escenario de opciones que beneficien
a los usuarios finales en términos de precios y calidad, existe el ámbito cultural
que en cada contexto le confiere el sentido social a las tecnologías y que se expresa
como un eje transversal para definir un sistema caracterizado por normas,
leyes, programas de capacitación, iniciativas de apropiación, por nombrar
algunas. En un contexto de respeto a los principios democráticos, los diferentes
actores (gobierno, empresas, academia y sociedad civil) fortalecen lo que se denomina
el ecosistema de Internet, discutiendo, acordando y determinando las rutas
apropiadas para que cada vez más gente pueda tener acceso a Internet y pueda hacer
de ésta una herramienta habilitadora del desarrollo individual y colectivo.
Pero no todo es color de rosa. La condición
distribuida y abierta de Internet ha desestabilizado la estructura centralizada
que en otros tiempos permitía el control de la producción y distribución de la
información. Ha sido ésta, una forma innovadora de darle poder a los que no
tenían voz y restárselo a quienes hablaban muy alto en los viejos tiempos, lo
que en cierta forma ha promovido nuevas formas de diálogo democrático. En este
sentido, en ocasiones Internet ha sido una piedra en el zapato para los
gobiernos que pretenden silenciar versiones contrarias a sus intereses. Las redes
sociales -con gran auge Facebook y Twitter- han servido como mecanismo
colaborativo de expresión política de la sociedad civil, casi siempre activado
cuando los escenarios off line ahogan
las opciones para informar. En este aspecto, Turquía, Egipto y la India serían,
por ejemplo, los países sedes del IGF con sombra oscura en el intento político por
censurar el contenido que circula en Twitter, según se ha resumido recientemente.
Obviamente, el mundo on line no es otra cosa que una fiel manifestación de lo que se
expresa en el mundo real, pero ante el interés, tanto del poder político como
económico, de tomar las riendas en el control de protocolos, tecnologías,
contenidos en Internet, hasta ahora ha podido más la fuerza distribuida del
poder técnico y civil que sigue defendiendo exitosamente unos mecanismos
abiertos, visibles y transparentes. De esto se trata el diálogo multiactoral de
la gobernanza de Internet, en el que aún se siguen poniendo sobre la mesa los
diversos roles y responsabilidades. Más allá del interés de los gobiernos en
hacerse ver exitosos ante el mundo en el tema de la gobernanza de Internet, a
los países sedes del IGF les queda el sello necesario de limpiar el camino para
mejorar su propio terreno, porque en estos tiempos todo se sabe. Por esta misma
razón, me hubiera gustado ver a Yaman Akdeniz y Kerem Altiparmak como representantes
de la sociedad civil de Turquía, sentados con su frente en alto en el próximo IGF, dando una
lección a sus gobernantes, propia de estos nuevos tiempos.
1 comentario:
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